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En este post exploro una de mis mayores preocupaciones, la educación en la era de la informacion y de la robolución, e intento dar una proposición de mejora.

La educación

La educación como transferencia de conocimiento está en los genes sociológicos de la civilización humana. El no tener que volver a descubrir cada generación nuevas técnicas y conocimientos como si partieran de cero llevó a aquellos que conocían a transmitir dicho conocimiento como una de las mejores herencias que podían dejar a sus sucesores. Inicialmente nació como una educación esporádica entre familiares para pasar a ser formación técnica con el nacimiento de las ciudades y de los artesanos. ¿Cómo fabricar utensilios del día a día o adornos y joyas? El artesano educaba a jóvenes mientras estos trabajaban para ellos. Poco a poco y con el levantamiento de estas estructuras sociales complejas y el interés por el conocimiento no directamente pragmático y su enseñanza, como podemos ver en la Grecia clásica.

Con el nacimiento de los grandes estados de la alta edad media surge la idea de que la transmisión de conocimiento pasa a ser un interés de estado. Tener las mentes más brillantes podía asegurar nuevos avances militares o el mejor arte para el deleite de la corte. Las primeras universidades y colegios nacen en Europa y se reproducen por Europa y el mundo con dicha intención pero durante los siguientes siglos diversos estados consideran que no es suficiente con la nobleza educada, si no es necesario educar a la plebe para vertebrar el estado (y la nación). Los primeros sistemas de educación generalizados, universales y obligatorios nacieron en Prusia y con la inspiración de la Revolución industrial. El alumno era visto como un producto que debía pasar por los diversos procesos de formación para ser un producto completo válido para la grandeza del estado. El alumno recibía una educación integral desde los principios básicos de la cultura (religión, música…) a otros conocimientos más aplicados como la ciencia.

Con el avance del tiempo este tipo de modelo se fue extendiendo por el mundo y mejorando. En el siglo XX se vió visto a innumerables crisis y debates de como mejorarlo haciendo nacer la pedagogía como disciplina del conocimiento. El conocimiento como herramienta de pensar contra el uso del poder de convicción del pulpito para adoctrinar. O ¿cómo usar las nuevas tecnologías para enseñar conocimientos? ¿Cómo debe ser la interacción alumno-profesor? Y ¿cómo debe atacar el alumno nuevos conocimientos? ¿Cómo transmitirlos? ¿Cómo evaluarlos? En eso se debaten Binet, Piaget, Dewey, Montessori, Decroly, Vigotski, Novak, Freire, Skinner… Pedagogos del siglo XX que se dedican a intentar dar su punto de vista y llenar de contenido filosófico que pueda legitimar ciertas metodologías de aprendizaje y enseñanza.

En una época donde estamos ya pensando en enseñar a las máquinas y hacer que aprendan, todavía no hemos llegado a consensos para un gran sistema educativo que sirva a la educación de las personas. Tenemos pistas en los modelos de países que obtienen grandes resultados en los tests de la OCDE. Pero vemos gran variedad de resultados al respecto. Las condiciones socioeconomicas también dificultan la fácil elección. Lo cierto es que la educación no es una política monolítica. No depende solo de los problemas intrinsecos anteriormente expuestos y muy debatidos durante el siglo XX por diversos pedagogos, sino que es integral a toda la estructura social, laboral y cultural de una sociedad. Sin incentivos sociales será difícil mantener una regularidad y atención en el aprendizaje.

Dilemas

¿Qué es el conocimiento?

Antes de comenzar a pensar como debe ser la educación deberiamos pensar que es el conocimiento. Cuando el humano salía de las cuevas, conocimiento era aquel que teniía las habilidades para sobrevivir. Posteriormente, era aquel que tenía habilidades que podían ser útiles a los demás y podía comerciar con sus productos manufacturados o sus posibles servicios. Con el conocimiento no directamente aplicado como la cultura, la música, historia o ciertos campos de la matemática. Dependiendo del preguntado enfatizará más en unas o en otras. Pero quizás si preguntamos por la estructura que debe tener un conocimiento útil y que haga a su usuario más autónomo para seguir aprendiendo nos encontraremos más unanimidad. No vale con tener una colección de piezas de conocimiento disconexas, aprendidas de memoria para casos particulares. Se necesita algo más para poder compremender y solucionar problemas no vistos anteriormente. Se necesita crear estructura de pensamiento en el cual no solo se tenga una colección de piezas de conocimiento, si no también como se relacionan unos con otros. Las sinergias producidas por cada parte del conocimiento genera capacidades de nuevos conocimientos. Y esto es válido para ciencias como para letras. Para conocimiento “académico” como para conocimiento técnico.

¿Cómo evaluar el conocimiento?

En todo proceso ha de haber un interés de evaluación y crítica. En el proceso de aprendizaje es un proceso de evaluación del conocimiento adquirido. Pero si la definición de conocimiento ha costado consensuar la evaluación puede ser peor. Durante muchos años se han decidido test estandarizados donde se intenta medir la colección de contenidos adquiridos. La evaluación solo de contenidos no es substancial como hemos acordado antes. Mirar solo resultados, evita evaluar los procesos de pensamiento que conllevan a errores. Evaluar estrechamente los procesos de pensamiento adoctrina en formas de pensamiento y pueden limitar la sana divergencia de pensamiento para abordar problemas con diferentes métodos y formas de resolución. Sin duda ha de haber un margen de error, el alumno ha de equivocarse y enfrentarse directamente a sus equivocaciones sin estar acosado por un profesor en cada momento del proceso de pensamiento y resolución del problema. También es verdad que el poder de corrección y la utilidad de un profesor pasa por tener mucha información sobre su alumno y sus formas de pensar y resolver problemas.

¿Cómo aprender y como transmitir conocimiento?

La relación del alumno con el nuevo conocimiento ha creado muchos debates entre los pedagogos. Están aquellos extremos que defienden desde que todo debe ser filtrado y guiado por el profesor, hasta aquellos que defienden echar al alumno a los leones y que aprendan por ellos solos. En este dilema entra mucho en juego términos como la capacidad del alumno, la curiosidad o el aburrimiento. Si lo principal es que un alumno aprenda hemos de centrar el sistema en torno al alumno. El alumno ha de mantener el interés en aquellos contenidos que deseamos que aprenda. Esto, siendo realistas, no es siempre posible. Un aprendizaje completamente guiado por la curiosidad y el interés puro y sin guiar de un tutor será inherentemente cortoplacista. Le interesa eso ahora sin tener en cuenta ninguna utilidad posterior, ni siquiera para aprender o entender nuevas cosas, si no más bien porque es un contenido que tiene sentido en su estructura de pensamiento. Este balance entre el corto y el largo plazo ha de estar gestionado por profesionales.

Analisis

Ante todos estos problemas se pueden proponer muchos y muy distintos métodos. Métodos complicados o simples que prometan cambiarlo todo. Métodos con estructuras muy bien pensadas para circunstancias muy ideales o no tanto. Lo cierto es que pensar en un sistema no se puede hacer pensando en él como algo aislado del mundo que le rodea. Sin pensar en el conjunto de la sociedad y como el alumno integra su aprendizaje en él.

Durante muchos años se ha pensado como en un sistema obligatorio de enseñanza. Una enseñanza apaganiños para los padres. Una enseñanza donde los niños deben hacer lo mismo que hacen los padres en su trabajo. Sin libertad exploratoria. Y aquellos que han intentado algo diferente se han visto en la problemática de falta de personal y profesorado para abordar todo este tema. Se ha pensado muchas veces en convertir al alumno en un ser “activo” dentro del sistema de enseñanza. Un elemento que busca aprender, con curiosidad y que marca la guía. Pero ante esta visión nos encontramos varios problemas:

  • Gran heterogeneidad entre el alumnado. Cada uno tiene unos intereses, unas formas de abordar las problemáticas y unas capacidades diversas. Un profesor ante toda una clase no permite este tipo de enseñanza. Y los intentos que hemos ido viendo parece que no han resultado.
  • Para que aprenda equivocándose tiene que tener una atención especializada en él, que comprenda el porque de cada equivocación y que le guíe para corregirlo. La falta de personal sigue siendo vital.
  • Sin más, falta personal educativo.

Hasta ahora estamos mirando como de útil y necesario es un agente externo para solucionar dudas y mejorar la enseñanza. Pero las necesidades de ayuda también suelen ser muy heterogéneas. Tanto que dichas funciones pueden ser distribuidas entre compañeros de aprendizaje, otros que ya aprendieron dichos contenidos (y pueden querer ayudar a otros y refrescarlos) o profesionales de la enseñanza.

De todas formas no todo es aprender a resolver problemas y conectar contenidos. También hay que ejercitar la memoria. ¿Cómo hacerlo? Hasta ahora se tienen clases presenciales a un profesor repitiendo contenidos una y otra vez o espesos libros de texto donde los alumnos tienen que memorizar, vomitar en el examen y olvidar. Nuevas tecnologías nos ofrecen posibilidades para mediante contenidos virtuales y gaming puede el alumno interactuar y aprender. Tecnologías existen y tienen la ventaja de poder hacer al alumno ser activo cada poco tiempo y poder extraer mucha información de sus procesos de aprendizaje.

Proposición de solución

Sin duda queremos que en ese mundo ideal el niño sea un ente activo; que pueda conducir su aprendizaje haciéndose preguntas surgidas de su curiosidad; realizando un aprendizaje similar al natural, equivocándose, analizando los problemas y solucionandolos; y con capacidad de buscar y encontrar contenidos y vías de aprenderlos que se adapten a sus intereses, formas de pensar y capacidades. Para dichos objetivos tendremos que apoyarnos en las nuevas tecnologías.

Por supuesto, un alumno no puede ser el conductor de su educación tan pronto como nace. Primero debe ser preparado para ello. Es por eso que quizás la educación preescolar y en los primeros años de vida no requiere un gran cambio al respecto. Si cabe algo más de apoyo con sistemas tecnológicos, pero siempre desde el presencialismo. Quizás hasta los 7 u 8 años.

El sistema educativo de ahí en adelante debería crear unos estándares de contenidos y herramientas para poder hacerlos fáciles de aprender por los alumnos. Estas herramientas deberían ser accesibles desde cualquier dispositivo y puesto que es un sistema público y de educación obligatoria, también deberían ser de acceso público y universal. Los alumnos deberían poder elegir si estudiarlos desde casa, el parque o edificios públicos preparados para acceder óptimamente a dicho contenido. Los padres también podrían acceder a dichos contenidos. Dicho sistema ha de proporcionar útiles para la conectividad de los alumnos y poder compartir experiencias, retos, que puedan incentivar su aprendizaje mediante un espíritu competitivo y mejorar su experiencia de aprendizaje mediante la posibilidad de cooperación. Forzar la cooperación nunca ha sido una gran idea. Incentivarla lo es.

Para hacer dicho sistema posible debe perfilarse a ciertos profesionales del sistema a crear contenidos y herramientas educativas para poder educar. Desde vídeos de clases presenciales, textos resumen, gráficos e infografías hasta animaciones educativas. Y un sistema que permita cierta “libertad controlada” para moverse y avanzar en el aprendizaje de dichos contenidos mientras capta los datos necesarios para entender y captar los patrones de aprendizaje del alumno.

Esta libertad controlada sigue siendo demasiado para ciertos alumnos que prefieren algo más guiado y una ayuda humana. Cada alumno debería tener un tutor (que no profesor) personalizado que le guíe en dicho proceso. Los tutores serían profesionales en gestionar el proceso de aprendizaje y resolver solo dudas básicas de contenidos para acompañar al alumno en un periodo de tiempo durante su aprendizaje. Quizás un ratio de 1 tutor por cada 10 alumnos seria un ratio aceptable.

Esto permite también un cierto espacio para la integración con la educación privada o familiar. Los contenidos están ahi pero si se quiere reforzar el apoyo al alumno puede hacerse desde una integración mayor con el sistema y en el que el apoyo privado llega conociendo ciertos datos del perfil del estudiante y como reforzarlo según sus intereses o debilidades.

Problemas psicológicos y psiquiátricos como la misma enseñanza pueden ser abordados de una forma más personalizada. Está claro que no todo puede ser atomatizable y hay cosas que deben ser presenciales (deporte, practica de idiomas, música), pero la posibilidad de reducir las horas presenciales y flexibilizar dichas obligaciones (poder cambiarse de lugar de vivir facilmente a mitad de “año escolar”) pueden favorecer la cooperación de la sociedad con dicho proceso.

Esta flexibilidad de contenidos complica la evaluación de los mismos. Si bien es cierto que la plataforma virtual puede hacer parte de dicha evaluación, puede ser trucable y no es garantista. Exámenes presenciales siguen siendo una solución. En un sistema tan flexible de aprendizaje y contenidos los exámenes deberían ser de igual manera. Podemos imaginarnos a un alumno que cree haber masterizado cierto temario presentarse a una de las muchas convocatorias de exámenes presenciales que están preparados en el calendario. De esta forma el alumno puede presentarse a ciertos temarios una vez cada dos semanas y el drama del suspenso se reduce. Se evita la perdida de tiempo. Se flexibilizan los horarios para poder hacer coincidir vacaciones con la de los padres. Y se puede universalizar a otros contenidos.

La sociedad es parte importante de un buen sistema educativo que quiera funcionar. No solo ha de ser cómplice si no parte activa. Un sistema como el descrito no solo vale para niños, si no para adultos en preparación de exámenes oficiales del estado (oposiciones, exámenes de nacionalidad, idiomas…). La integración de dicha plataforma y la cooperación con otras agencias gobiernos públicos y servicios públicos pueden hacer que la misma sociedad acepte el estudio de sus jóvenes como un inicio de un proceso que no tiene porque terminar con el trabajo.

Dicho sistema requeriría una gran inversión y cooperación entre administraciones del estado y la sociedad civil y un uso de la tecnología que quizás no estemos preparados todavía pero que debemos irnos mentalizando para alcanzar.

Conclusión

Vivimos en tiempos de cambios tecnológicos importantes y que conllevarán cambios sociales igual de importantes. Anticiparnos a dichos cambios es la manera que podemos tener de que la tecnología se adapte a nuestras necesidades y no que nosostros adaptemos nuestras necesidades a ella.

Uno de los apartados más sensibles en este hecho es el relativo a la educación y como debemos implementar un buen sistema educativo en este nuevo contexto. En esta entrada propongo (siempre desde mi humilde opinión y conocimiento) direcciones a seguir en ese supuesto sistema educativo.

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